jueves, 28 de agosto de 2008

Alteridades

Si a ustedes, que pasan por aquí, les gusta la antropología visiten:

http://uam-antropologia.info/web

y ahí dénle clic a la revista Alteridades y van a encontrar todos sus números. Y si quieren vean el No. 7 , donde viene una reseña que hice sobre el libro de José Carlos Aguado y María Elena Portal: Identidad, Ideología y ritual. México. Universidad Autónoma Metropolitana- Iztapalapa.


Verónica Jiménez Reyes

martes, 26 de agosto de 2008

En el viaje nocturno


No podía perder la oportunidad de ir a su encuentro nocturno, viajaba en el tren y pudo percibir a gusto los colores deslizándose por la ventanilla, la iluminación de la ciudad daba otra brillantez a las cosas atrapando la atención de la joven que, admirada ante el esplendor, había interrumpido lo que estaba haciendo. En el transcurso del viaje quería hacer un nudo con una cinta de brillante seda roja que se acomodaría en su resplandeciente cuello o en la muñeca, pero eso lo iría pensando mientras llegaba a su destino.

Cuando el tren llegó a una de las estaciones, una pequeña vendedora subió con una heladera y ofreció a los pasajeros una verdadera e increíble locura de delicias congeladas de fresa, mango y leche. A nuestra pasajera se le antojó una de fresa, la niña se la dió, la viajera le pagó y como en su bolsa siempre llevaba cintas de telas muy bellas le ofreció un par en seda color durazno, un regalo que la niña aceptó con gusto.

Este pequeño viaje era una puerta abierta para ella, por un momento había logrado escapar del ingeniero en robótica con el que vivía, mientras él le hacía algunas reparaciones muy precisas que mejorarían la coordinación fina a la niña robot cuya tarea consistía en servirle el té por las tardes y que, para su gran disgusto, ya había acabado con media vajilla, cuestión que a ella no le preocupaba pues más bien la pequeña era su amiga y estaban pasando atardeceres muy agradables en el jardín de la casa.

En esta hora del viaje los trenes eran veloces, terminó de saborear su delicia de fresa , pronto llegaría a su destino, iba muy bien preparada a su ansiado encuentro; en su bolsa tenía un frasquito con aceite del más exquisito aroma, el mejor de los lubricantes para el que ya la esperaba paseando entre los cristales biselados de la vieja estación donde todavía se conservaban algunos arcos de ladrillo y metal de centenaria construcción. Como último toque, antes de llegar a la estación donde tenía que bajar, remarcó sus labios con un spray de seda rojo como la sangre, que de manera exactísima se impregnó en el contorno de sus labios.

El tren arribó a la estación. Para salir a encontrar a su amigo, y con la idea de lucir mejor, Ariadna se acomodó la cinta roja en su muñeca de metal, pues esa noche tenía que ser mejor, algo bueno debía estar presente y ella ¡claro! iba a poner todo de su parte, bajo la amable luz de la luna en la ciudad.

Verónica Jiménez Reyes